En el noroeste del continente africano, Marruecos ocupa una superficie de 710.859 kilómetros cuadrados y cuenta con 3.500 kilómetros de costas, regadas en el este por el océano Atlántico y en el norte por el Mediterráneo. Por su parte, el interior muestra los contrastes entre sus paisajes desérticos de las estribaciones del Sahara y los montañosos que forman las cadenas del Rif, en el norte, y el Atlas Medio, el Alto Atlas y el Antiatlas, del centro al sur respectivamente.
Cómo llegar
Royal Air Maroc (Tel. 915 487 800) ofrece vuelos desde Madrid a los aeropuertos de Casablanca, Tánger y Marrakech, y desde Barcelona directo a las dos primeras ciudades y con escala en Casablanca a Marrakech. Iberia (Tel. 902 400 500) vuela a Tánger y a Agadir. Por último, Regional Airlines (Tel. 902 180 151) vuela hasta Tánger y Casablanca, desde Las Palmas y Málaga.
A tener en cuenta
Los españoles sólo precisan el pasaporte en regla para viajar a Marruecos. La moneda oficial es el dirham; 1 euro equivale a 11 dirhams marroquís. El árabe es el idioma oficial, aunque se hablan varios dialectos del tamazight, la lengua bereber. La mayoría de población habla también el francés. El islam es la religión del país y las mezquitas no permiten el acceso a las personas no musulmanas. Para viajar a Marruecos no se precisan vacunas, aunque sí son recomendables las precauciones fuera de las grandes ciudades a la hora de beber agua sin embotellar.
Principales visitas
Fez. La antigua capital guarda, llena de vida, una de las medinas más grandes del mundo árabe. En su interior destacan inmumerables zocos, fuentes, plazas, mezquitas y antiguas escuelas coránicas.
Meknés. Moulay Ismail convirtió esta pequeña ciudad en su capital y, para ello, levantó murallas, palacios y dependencias para la corte.
Volubilis. Es una de las principales ciudades romanas de Mauritania. De su época de esplendor se han recuperado bellísimos mosaicos y una rica colección de bronces.
Marrakech. Capital de los almorávides y de los almohades, la puerta del sur ofrece, además de una viva medina, una de las plazas más interesantes del mundo: Djemaa el Fna, miscelánea de artistas y viajeros.
Alto Atlas. Visible desde Marrakech, las montañas del Alto Atlas están cubiertas de nieve gran parte del año y ofrecen numerosas excursiones. Una de las más clásicas es la ascensión al Toubkal, su monte más alto.
Valle del Dadès. Entre el Gran Atlas y el desierto, este valle está salpicado de alcazabas (kasbah), grupos de viviendas de adobe, con altos torreones y gruesos muros.
El Tafilalt. Los oasis del sur de Erfoud, como Hassi Bedi, se abren al Sahara, ese mar interior por el que sólo navegan los más preparados.
Visitar las medinas
Meknés, ciudad imperial de origen bereber, fue fundada en el siglo IX. Su atractivo principal es callejear por su barrio antiguo o medina, entre sobrias murallas, puertas monumentales y un sinfín de zocos. Algunas guías recomiendan visitar su medina antes de visitar la de Fez, mucho más apabullante. Junto a la puerta de Bab Mansour suelen esperar guías, profesionales o no, que, aunque son prescindibles, sí pueden amenizar la visita con historias curiosas. La imperial Fez –Patrimonio de la Humanidad– posee los zocos más coloristas de Marruecos. Su medina está dividida en la parte vieja –Fes el Bali– y parte nueva –Fes el Djerid–. La orientación en Fes el Bali puede ser dura al principio, a pesar de que su trazado es sencillo. Por ello quizá sea recomendable contratar al menos un día los servicios de un guía profesional que ayude a orientarnos por los laberínticos callejones. Los servicios de estos guías, que se identifican por un logo que llevan de color amarillo, se pueden contratar en la oficina del Syndicat d’Initiatives, situada en la plaza Mohammed V y en el exterior de algunos hoteles. En Marrakech, el corazón de su medina se halla en la plaza de Djemaa el-Fna, declarada Patrimonio de la Humanidad. La puerta norte de la plaza da entrada a los coloridos zocos de la ciudad imperial.
Macizo del Toubkal
Los montañeros suelen aprovechar su viaje por el sur de Marruecos para recorrer el macizo del Yébel Toubkal. El mejor lugar para informarse y organizar las rutas es en la Oficina de Turismo de Marrakech –Avda. Mohammed V. Tel. 212 4443 6131– o en alguna de las agencias de esta ciudad. Varios senderos –muchos siguen caminos de mulas– entre los valles del macizo permiten hacer excursiones a pie de uno a tres días. Las aldeas por las que se pasa ofrecen alojamiento. Menos en invierno, estas rutas son practicables por todo el mundo que esté más o menos en forma. La ascensión al pico Toubkal (4.167 metros) se inicia en el pueblo de Imlil. Aquí se llega desde Asni, alcanzable a su vez en una hora desde Marrakech. Si no se ha escalado nunca en hielo, la conquista de la cima sólo se recomienda en verano. Sobre éstas y otras excursiones por el Atlas puede consultarse Marruecos, guía completa de deportes de montaña y aventura, de la editorial Barrabés.
Oasis y kasbahs
Las kasbahs o alcazabas son fortalezas del desierto construidas en adobe y con torres almenadas. Desde Marrakech parten excursiones hasta Ouarzazate, base para visitar las kasbahs de Taourirt y de Tifoultoute y también el Aït Benhaddou, el ksar más importante del sur de Marruecos, declarado Patrimonio de la Humanidad y escenario cinematográfico en varias películas. Hacia el sur se llegará a Zagora, «la Puerta del Desierto», donde un curioso cartel indica «Tombuctú, 52 días en camello»; los atractivos que lo rodean son el desfiladero del río Drâa y la kasbah Amazraou, llamada «de los judíos» por la comunidad que la habitó. Más al este se llega a Tinerhir –coronada por una kasbah glaoui desde donde se pueden visitar las gargantas del Todra y después seguir hasta Erfoud para recorrer los oasis del sur.
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