CASTILLOS DE JAÉN

Más de 400 fortificaciones se reparten por esta provincia andaluza de historias épicas. Visitamos las principales.

Por Manuel Mateo Pérez

Que Jaén esté salpicado de castillos a lo largo y ancho de su geografía tiene su explicación. Hace siglos, cuando estas tierras eran un día propiedad de los árabes y al otro de los cristianos, los castillos servían para establecer y definir fronteras. No es extraño pues que en este territorio se cuenten más de cuatrocientos recintos fortificados, entre castillos, alcazabas, atalayas y torreones.
Jaén puede vanagloriarse de mantener en pie las más poderosas fortalezas edificadas en tiempos de Al-Andalus. Los castillos de Baños de la Encina, de Segura de la Sierra, de Jaén y Alcalá la Real fueron construidos por los árabes a lo largo de los ocho siglos que permanecieron en la Península. El más antiguo de los cuatro es el de Baños de la Encina.
Encaramado en un cerro, sobre uno de los núcleos medievales mejor conservados de Andalucía, el castillo de Bury al-Hamma o Burgalima cumplió mil años en 1968. Tiempo después, el Consejo de Europa lo distinguió con su bandera azul de quince estrellas, dignidad que comparte con la ciudad italiana de Florencia.

Segura de la Sierra
Es casi una obligación cruzar buena parte de la provincia de Jaén para alcanzar las puertas del castillo de Segura de la Sierra. Perdido entre las rugosidades del espacio protegido más grande de España, la fortaleza de la villa ha quedado con los siglos como el gran emblema monumental del Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. Hoy se sabe que los pilares de la fortaleza, algunas murallas y determinadas puertas del interior son árabes, pero la mayor parte de la construcción es de época cristiana.

Tierra fronteriza
Narra la historia que, en cierta ocasión, el rey Felipe II se interesó por Segura de la Sierra y preguntó a sus súbditos dónde habría de ubicarla. Uno de sus consejeros contestó así: «Majestad, Segura no es de ninguno de los reinos de Murcia, Granada, Andalucía ni Toledo, porque está en mitad de todos los sitios». Esa posición excéntricaen mitad de los mapas queda muy clara desde las almenas de la torre del Homenaje. Desde allí arriba se divisan cuatro provincias: Ciudad Real, Albacete, Granada y Jaén. Las tierras llanas de la Mancha quedan al norte, y la quilla rocosa del pico de El Yelmo –la montaña más emblemática de Jaén– al sur.
El castillo de Santa Catalina de Jaén fue uno de los últimos en caer en manos cristianas. El rey Alhamar, fundador de la dinastía nazarita de Granada, lo entregó pacíficamente a Fernando III en 1246, a cambio de declararse súbdito suyo y conseguir su reconocimiento para el último reino moro de la Península. El castillo de Jaén está encaramado a una peña altísima. A sus pies fueron creciendo los barrios más populares. El castillo, a uno de cuyos lados edificaron en los años sesenta un hermoso parador de turismo, se adapta a las rugosidades del cerro, posando sus gruesos muros en precipicios que asustan con sólo contemplarlos. Desde la torre del Homenaje se advierte una vista impagable de Sierra Mágina, la cordillera montañosa que divide la vega alta del Guadalquivir con las montañas de la Sierra Sur, donde toma asiento Alcalá la Real.

Fortaleza de la Mota
La fortaleza de la Mota no es un castillo propiamente dicho. Un viajero romántico la definió acertadamente como un conjunto de castillos e iglesias condenados a entenderse. La fortaleza se alza en la calva de una muela en cuyas faldas se extiende la ciudad burguesa de Alcalá. Hay dos torres que compiten en altura y delicadeza: se trata de la torre del Homenaje del vetusto castillo y del campanario de la iglesia abacial de Santa María, que es como una ensoñación a medio camino entre el gótico y el renacimiento. Por dentro, Santa María es un recuerdo del carácter efímero de la vida. Sorprende encontrar en el suelo de la gran nave, excavado por completo, las tumbas antropomórficas de las diferentes culturas que han pasado por este simbólico lugar. Hoy el castillo es un museo de arqueología que ensu interior guarda el recuerdo de épocas pasadas.

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