DIJON

Casi cien hectáreas de monumentos y muchas más de jardines justifican esta escapada a la ciudad francesa.

Por Óscar Caballero
Noventa y siete hectáreas de monumentos justifican el título oficial de Dijon, capital de Borgoña, como «primera ciudad de Francia en turismo urbano». Igual que los vinos más caros del mundo –algunos Borgoña vecinos–, que necesitan de apenas media hectárea, Dijon se las arregla con un perímetro modesto para deslumbrar al visitante. Claro que tiene un refuerzo periférico de grandes espacios verdes.
La cultura de los jardines comenzó en Dijon en los monasterios medievales; continuó en el interior de los palacetes y, en el siglo xix, se multiplicó con jardines públicos.

Paseos verdes
El jardín más antiguo es el Square des Ducs, en el antiguo palacio de los duques de Borgoña, hoy Museo de Bellas Artes. Pero el punto de partida más lógico es el jardín Darcy, frente a la oficina de turismo. El ejercicio turís-tico respiratorio puede se-guir por el parque del Museo Arqueológico, el Carrelet de Loisy y, para recuperar aliento, por Le Cours du Parc, el paseo urbano por excelencia.
Además de las zonas verdes, la ciudad es referente museístico. ¿Sabían que el mayor símbolo de París, el río Sena, tiene su fuente a 25 kilómetros de Dijon? Los galos entronizaron allí a Sequana, diosa del Sena, hace veinte siglos. La gruta se convirtió en depósito de ex votos, que hoy enriquecen el Museo Arqueológico.
Por su parte, el Museo de Bellas Artes es uno de los más importantes de Francia. Ocupa un palacete medieval y alberga la tumba de uno de los duques de Borgoña, Juan sin Miedo. Además, los alrededores del palacio son un auténtico museo al aire libre por los elegantes edificios allí alzados.

Esplendor urbanístico
La mayoría de esas mansiones eran de funcionarios a quienes no se les conocía fortuna, por lo que se deduce que la corrupción no es una característica actual. Y aunque todos los palacetes merecen una visita, los ineludibles son el Hôtel de Vogüé, de 1614; el de Liegard y el conjunto de la calle Verrerie: casas de 1400, testimonio del Dijon medieval, y el Hôtel Chambellan, que hoy acoge la oficina de turismo.
Cerca de esta mansión se halla la iglesia gótica de Notre Dame. Tras admirar la fachada, coronada por un reloj mecánico de 1383, y la Virgen Negra –siglo xii– del interior, imite a los nativos y acaricie la lechuza de la suerte, esculpida en un contrafuerte de la capilla de la familia Chambellan.
Pero no nos despidamos de Dijon sin visitar un museo trascendental: el de la Moutarde. La mostaza de Dijon es un clásico. Igual que el vinagre, fue una de las contadas medidas higiénicas de la que se disponía, cuando ni neveras ni antibacterianos se insinuaban siquiera, para prevenir infecciones alimentarias.

0 Comments:

Post a Comment