«La geografía de Río de Janeiro es tan perfecta que ningún arquitecto la superará nunca». Con estas palabras el arquitecto suizo Le Corbusieur (1887-1965) definía el compendio harmonioso de salientes, montañas, bahías, cabos y selva de esta ciudad. Juegan un papel muy relevante los morros, colinas cuyas cimas están coronadas por gigantescas piedras, llamadas cada una por su nombre: Urca, Corcovado, Pedra da Gavéa, morro Dois Irmâos y Pan de Azúcar. Desde la cima de ésta última se vislumbra una maravillosa vista desde la que se distingue la ensenada de Botafogo. Desde lo alto se contempla distintas zonas en las que se estructura la ciudad: a la derecha, el centro de la ciudad —Lapa y Santa Teresa—, y la zona sur con las playas de Copacabana, Ipanema y Leblón. La mítica playa de Copacabana permite, a lo largo de sus cuatro kilómetros de longitud, ver una muestra completa del hedonismo carioca: futbol, samba y tangas mínimos siempre presentes. Pegada a ella, un barrio que recibe el mismo nombre y cuya construcción remonta a la expansión urbanística ocurrida durante década de los cuarenta del siglo XX. Muchos adjetivos la describen: alegre, actual, refinada o popular, todos ellos referidos a la vitalidad de sus habitantes. Sin embargo, Ipanema encarna un aire más selecto, propio de los años sesenta, plagada de tiendas de moda, perfumes, etc. Cruzando Ipanema se llega a Leblón, sin duda una de las playas más animadas, repleta de actividades. Partiendo de Leblón se llega a la Lagoa Rodrigo de Freitas —lago situado entre dos morros — y el Jardin Botánico –jungla artificial con más de 5000 especies-. La descripción de Río quedaría incompleta sin mencionar uno de sus ragos mñas característicos: la vida nocturna. La plaza de Floriano —popularmente conocida como Cinelândia— despierta con la caída de la tarde. Restaurantes, cafés, teatros y cines reúnen a la gran cantidad de gente que acude cada noche para ver un espectáculo o simplemente para sentarse en una terraza para tomar un chopo –cerveza de barril-, relajándose en medio del bullicio.

A tener en cuenta
El viajero español precisa el pasaporte en regla para entrar en Brasil. La moneda es el real brasileño; 1 euro equivale a 2,7 reales. El idioma oficial es el portugués. La diferencia horaria es de cuatro horas menos que en la Península Ibérica.

Cómo llegar
Desde Madrid y Barcelona salen vuelos directos hasta Río de Janeiro; tardan unas doce horas. El aeropuerto internacional se llama Antônio Carlos Jobim, situado a 20 km de Río. Funciona un servicio de autobús y de taxis hasta el centro; el trayecto dura unos 30 minutos (www.infraero.gov.br).

Moverse por la ciudad
La visita de cada distrito conviene hacerla paseando, pero lo más recomendable para ir de un lugar a otro es utilizar las numerosas líneas de autobús. El metro es más rápido aunque tiene pocas paradas. Los taxis son una opción aconsejable por sus precios razonables, aunque hay que evitar las horas punta.

Cuándo ir
Brasil está en el hemisferio sur, donde el verano austral abarca de noviembre a marzo, los meses más calurosos, aunque también se registran algunas lluvias. Río es un destino monumental, pero también de playa, por lo que se aconseja llevar ropa ligera y protección solar. Para el carnaval de febrero es recomendable reservar el alojamiento con suficiente previsión.

Dónde dormir
La oferta de alojamiento más diversificada se localiza en el sur de la ciudad, alrededor de las playas de Copacabana e Ipanema. También destacan los hoteles instalados en edificios históricos del centro antiguo. Consultar www.rio.rj.gov.br.

Copacabana e Ipanema
En el sur de Río se localizan estas dos playas que han dado fama a la ciudad. Copacabana, de 4 km de extensión, es famosa por su animado ambiente. Preside el barrio de igual nombre, famoso también por su oferta gastronómica y cultural (www.copacabana.com).
Junto a ella, y separadas por el fuerte de Copacabana, se abre la playa de Ipanema. Acondicionada con canchas de fútbol y voleibol, lo más recomendable es acercarse entre semana, cuando está más tranquila. A su espalda, el barrio de Ipanema tiene un urbanismo más moderno que el de Copacabana, con tiendas de moda, bares y restaurantes (www.ipanema.com).

Jardín Botánico
A espaldas del barrio de Ipanema se puede pasear por el Jardín Botánico, una de las mejores concentraciones de plantas vivas del mundo, con 5.000 plantas exóticas y seis lagos con nenúfares amazónicos gigantes. Está abierto cada día y hay que pagar entrada para visitarlo (www.jbrj.gov.br).
Junto al Boánico destaca la plaza Lagoa Rodrigo de Freitas, punto de encuentro de brasileños y visitantes. Unida al mar por el canal del Jardim de Alá, a su alrededor se puede patinar e ir en bicicleta.

Cristo Redentor
Esta escultura es un icono de Río. Situado a 710 m del monte Corcovado, el Cristo abraza la ciudad en un símbolo de fe y de acogida. Hay un tren que sube en unos 20 minutos hasta lo más alto de la colina; funciona a diario cada media hora, entre las 8 y las 18 h. Sale de la calle Cosme Velho, 513. También se puede acceder en coche, pero se tiene que pagar por cada ocupante del vehículo en el puesto de Ibama, en las Paineiras. Desde arriba se ven las playas de Ipanema, Copacabana, la bahía de Guanabara, el centro histórico y el estadio de Maracanã.

Pan de Azúcar
La ascensión al mirador de este peñón de 395 metros de altitud es imprescindible para admirar una panorámica de la ciudad. Se sube en un teleférico que funciona desde 1912. Sale de la avenida Pasteur, 520, en el barrio de Urca. Funciona entre las 8 y las 22 h, de domingo a jueves, y hasta las 20 h los viernes y sábados. Hay una primera parada en el Morro de Urca, a 217 metros. El funicular sube luego a la cima. Las vistas más bellas de Río se obtienen al anochecer. En la página www.bondinho.com.br se informa sobre horarios, actividades y la historia del funicular.

Santa Teresa
Barrio céntrico al que se puede llegar en tranvía desde la plaza Largo do Carioca pasando por el Arcos da Lapa. Exhibe su pasado burgués en forma de mansiones, muchas ocupadas hoy por talleres de artistas. Desde este barrio se tienen vistas de la bahía de Guanabara. Se pueden visitar el Convento de Santa Teresa, con azulejos del siglo XVIII en la entrada, así como el Museo Chácara do Céu, abierto de miércoles a domingo, que expone colecciones de arte oriental, europeo y contemporáneo brasileño.

Centro histórico
Buena parte de su arquitectura fue destruida para levantar nuevos edificios, pero todavía se pueden admirar el monasterio de Sao Bento (en la c/. D. Gerardo 68) con un espléndido interior barroco, y el convento de Santa Teresa, del si-glo xvii. El centro de Río de Janeiro (siglo XVIII) alberga joyas diversas de la arquitectura civil y religiosa, como el Palacio de los Virreyes o el Convento de Santo Antonio. El neoclasicismo francés se apoderó de la ciudad en el siglo XIX. Su máximo exponente es la Casa Francia-Brasil, en la calle Visconde de Itaboraí y visitable de martes a domingo.

Parque Nacional Tijuca
Es la mayor reserva natural en zona urbana del país, a 20 km del centro de Río de Janeiro. Se visita en una excursión de un día entero. Las oficinas de información del parque proponen rutas guiadas, que son gratuitas dos domingos al mes. A lo largo del paseo se encuentran varios miradores sobre la ciudad. El parque reúne desde la exuberante mata atlántica, hasta el árbol del pan y otras especies. Es aconsejable contratar a un guía.

Otras visitas
Plaza Floriano. Presidida por el Teatro Municipal, esta plaza es el centro de los espectáculos teatrales de la ciudad. Popularmente, el lugar se conoce comoCinêlandia.
Sambódromo. Un inmenso espacio donde actúan los grupos que desfilan por Carnaval. Se encuentra en la plaza XI.
Lapa. El barrio histórico es hoy el epicentro de la vida nocturna de Río, con mumerosos locales de copas y musicales.
Santa Teresa. Los artistas han hecho suyo este barrio antiguo del centro de Río. El medio de transporte más original para visitarlo es el tranvía bondinho.
Museo de Arte Contemporáneo. Obra del arquitecto Oscar Niemeyer, está en el otro lado de la bahía, en la ciudad de Niterói. El interés por la colección de arte que conserva el museo es equiparable al que suscita el atrevido diseño del edificio.

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