TRUJILLO

Cuna de descubridores, la visita por la bella y monumental ciudad cacereña invita a viajar a través de su milenaria historia.

Por Antonio Picazo
A lo largo del siglo xvi, tras la recuperación de los territorios hispanos a los árabes, Extremadura, como otras partes de España,
se constituyó en señoríos. Esto, que si bien significó riqueza y poder para unos pocos, para otros muchos, ante las pocas oportunidades de progreso que ofrecía este nuevo orden, supuso el éxodo hacia América. En Trujillo, este fenómeno tuvo una especial incidencia. Por eso, hoy, nada más poner el pie en la plaza Mayor, surgen nombres y evocaciones que hablan de la conquista del Nuevo Mundo.

Tierra de conquistadores
Si uno gira sobre el eje de la plaza, no sólo se encuentra con la estatua ecuestre de Francisco Pizarro sino, también, con el palacio de los marqueses de la Conquista, una casona que posee un balcón esquinado y una decoración plateresca en la que aparecen los bustos de algunos Pizarro y el escudo de armas que Carlos I otorgó al conquistador de las tierras andinas.
Pero los platos fuertes de la visita a Trujillo están intramuros. Caminando villa arriba, por la llamada Cuesta de la Sangre, los pasos se internan por un enredo de callejas hasta dar con la deliciosa calle de los Naranjos. Aquí se encuentra la casa de los Hinojosa Calderón, la cual tiene un sombrío patio que cuenta que de lugares como éste salieron tantos y tantos patrones para las casas coloniales americanas.

Iglesias y casonas
Dentro del recinto de las murallas de Trujillo, van sucediéndose iglesias, como la monumental Santa María la Mayor; o palacios, como el de los Chaves-Mendoza; también casonas, alcázares, algún aljibe y jardines cuyos árboles sacuden el polvo de lo antiguo con aromas frescos y nuevos. Eso, sin dejar nunca de percibir otras resonancias americanas como la casa del explorador del río Amazonas, Francisco de Orellana o la Casa-Museo de Pizarro. Y, por fin, ya fuera de los muros, cerca de la esquina noreste de la plaza Mayor, aparece el mayor repertorio de nombres evocadores de América: el palacio de Juan Pizarro de Orellana, primer corregidor de Cuzco, que cuenta con la fachada más estética y lograda de Trujillo.
Trujillo está en la punta de un triángulo que, junto a los otros dos vértices, Cáceres y Mérida, forman una referencia geométrica y monumental declarada Patrimonio de la Humanidad. Este triángulo encierra un paisaje de campiña y monte tendido donde pastan ovejas, caballos y toros de lidia. Grandes prados de verde nuevo en contraste con el verde tosco, casi gris, de las encinas.

Por los alrededores
En uno de los lados se halla la villa de Madroñera en la que se percibe una gran calma conforme se avanza entre sus fachadas pintadas de blanco extremadura. En la plaza, tan recogida que parece un patio, frente al palacio de los Santa Cruz, se eleva un rollo de casi ocho metros de altura erigido en el siglo xvi.
Si se deja a la espalda la meseta trujillano-cacereña y se encara la sierra de Montánchez se encuentra el pueblo del mismo nombre. Éste, además de su castillo, posee casas nobiliarias y algunas iglesias y ermitas interesantes. Y el barrio de El Canchalejo, que parece una compostura hecha con trazos de judería y morería. En las afueras, se halla su plaza de toros que, como dicen los del pueblo, «no es como las demás, porque todas son redondas
pero la nuestra es cuadrá».

1 Comment:

  1. JUNTA DE PROPIETARIOS said...
    Disculpame pero esa foto es de la catedral de Trujillo en Perú !!! y no de la de Extremadura en España.
    atte.

Post a Comment