Llega el otoño en Marrakech. El aire se enfría, pero el ambiente de sus calles, sus colores, sus comerciantes o sus habitantes no pierden un atisbo de calidez. Nada más lejos, durante el ramadán recogimiento y fiesta se transmiten en el quehacer de las actividades cotidianas. El color ocre rosado de sus edificios es uno de los elementos más reconocibles. La muralla, de 19 kilómetros, alberga en su interior esta ciudad medieval que data del siglo XI. Sus jardines, plazas o mezquitas han atraído e inspirado artistas tan variados como Alfred Hitchcock (1899-1980) o literatos como el premio Nobel Elías Canetti (1905-1994) o Juan Goytisolo. La mezquita de la Kutubia ejemplifica esta conjunción de elementos; su alminar se erige como un punto neurálgico de más de setenta metros de altura. A su alrededor, el Jardín de Alá, es un contenedor de innumerables especies de flores y animales. Kutubia fue en tiempos lejanos un lugar donde los libreros vendían manuscritos –kutub significa libro– y su organización determinó el urbanismo de las edificaciones que la sucedieron. A través de la puerta Bab el Jedid, por la avenida que bordea el fastuoso barrio Hivernage, se llega a los jardines de La Menara, situados fuera de la ciudad antigua. Son característicos sus olivos centenarios, canalizaciones de agua y el pabellón imperial. No muy lejos, a lo alto del Atlas se divisa la nieve. De vuelta a la medina, se accede a la plaza Djemaa El Fna a través de la siempre transitada Avenida Mohamed V. Todas los tipos de oficios se concentran en este punto durante el día, la tarde y la madrugada. Tomarse un zumo de naranja natural y observar el ajetreo es uno de los más grandes placeres. Para no perder la vitalidad que emana de esta plaza, hay que tomar un tramo angosto que parte del Café France para llegar al zoco de Algasabine. Los sentidos se activan al pasar de un negocio a otro, de la competición resultan todo tipo de objetos y cosas de lo más variopinto: ropa interior, especies, alfarería, etc. Para continuar con esta explosión de vida, sólo hace falta trasladarse por Rahba Redima o el zoco de Smata, sinuosa calle que conduce al zoco de forjadores. Si la energía de Marrakech puede con las fuerzas, un té en una terraza de la plaza Djema El Fna será el remedio perfecto.

A tener en cuenta
Para visitar Marruecos en viajes turísticos se precisa el pasaporte con una vigencia mínima de tres meses. La moneda marroquí es el dirham; 1 euro equivale a 11 dirhams. El árabe es la lengua oficial, aunque la mayoría de la población habla francés. Las mezquitas no acostumbran a permitir la entrada de los no musulmanes, aunque algunas tienen horas de visita; lo mejor es preguntar. Es recomendable recorrer la medina acompañados de un guía; en las oficinas de turismo y recepciones de los hoteles informan del modo de contratar a los oficiales. También se puede realizar la visita junto a personas que se ofrecen para guiarnos por las calles; es una opción habitual, pero entonces lo mejor es acordar antes el precio.

Cuándo ir
El otoño es idóneo para visitar esta ciudad del sur de Marruecos: una refrescante brisa recorre sus calles y el clima en más suave que en los tórridos meses de verano. Por otro lado, en invierno las temperaturas descienden mucho, especialmente de noche. Los meses de abril y mayo también son una buena época.

Llegar y desplazarse
Desde Madrid y Barcelona salen vuelos directos a Marrakech, cuyo aeropuerto se localiza 6 km al sudoeste de la ciudad. Para llegar hasta ella, lo mejor es coger un taxi (siempre pactar antes el precio) o la línea de autobús que enlaza con el centro (no fiarse mucho de los horarios). En el aeropuerto hay empresas de alquiler de coches, para los que quieren recorrer los alrededores por libre, aunque lo mejor es contratar los servicios de un taxista que haga de guía.

Moverse por la ciudad
La ciudad actual de Marrakech se divide en dos zonas. La medina o Ciudad Antigua está rodeada por una muralla de 19 km de perímetro. Se accede al recinto a través de una decena de puertas que conserva, algunas del siglo XII. La otra zona es Ville Nouvelle, construida bajo el protectorado francés (primera mitad del siglo XX). En ella están las grandes avenidas, hoteles, bancos y oficinas. Entre esta zona y la medina hay 30 minutos de paseo; se puede optar por coger un taxi o un autobús, que acercan al centro antiguo con comodidad y rapidez.

Dónde dormir
Los riad son los alojamientos más típicos y atractivos de Marrakech. Los hay rústicos o lujosos, pero todos comparten la peculiaridad de ocupar casas y palacios que conservan la arquitectura tradicional (www. riads.fr). En la medina hay que mencionar el mítico hotel La Mamunia, inaugurado en 1929 (www.mamounia.com). La oferta hotelera convencional se concentra en la Ville Nouvelle (www.maroc-selection.com).

Principales visitas
Kutubia. La mayor mezquita de la ciudad destaca por su alminar de 80 metros de altura y los detalles ornamentales de la fachada. La entrada está prohibida a los no musulmanes.
Bab Agnou. Puerta que antiguamente conducía al palacio de los monarcas almohades. Se halla frente a la mezquita de la Kasba, cerca de una de las puertas de la muralla, Bab el-Robb.
Muralla. Con 19 kilómetros de longitud y 8 metros de altura, rodea la Ciudad Antigua o medina. Cuenta con una decena de puertas, algunas del siglo XII. La mejor hora para admirarlas es temprano por la mañana o al atardecer, cuando el sol las tiñe de ocre.
Hotel La Mamounia. Situado junto a la puerta Bab elJedid, ha alojado a personalidades políticas y artísticas internacionales como Orson Wells y Richard Nixon. Su decoración combina elementos magrebíes y otros propios del art deco.
La Menara. Fuera de la medina, al oeste del barrio Hivernage, se encuentra el jardín imperial. Rodeado de murallas, con olivos y árboles frutales, cuenta con un elegante pabellón del siglo XIX, que se refleja en las aguas de un estanque.
Madraza Ben Youssef. Es una de las mayores escuelas coránicas del Magreb, fundada a mediados del sigloXIV y reconstruida en el XVI. Su visita descubre la exquisitez del arte islámico: puerta de bronce a la entrada, suelos de mosaico y cúpula con estalactitas en el interior. Se puede visitar todos los días del año.
Zocos.Los mercados de Marrakech está agrupados por gremios, según las mercancías: forja, cestería, pieles, ropa, marroquinería y comestibles, entre otros productos. Se accede desde la plaza Djemaa el Fna por la calle Samarine.
Tumbas saadíes. En la calle de la Kasba se conservan dos mausoleos del siglo XVI. Son las denominadas Tumbas Saadías, que albergan los restos del sultán Ahmed el Mansur. La visita al interior sorprende por la ornamentación de suelos, techos y paredes.

Djemaa El Fna
Esta emblemática plaza de Marrakech ocupa el corazón de la medina. Por las mañanas se puede pasear con más tranquilidad entre sus vendedores ambulantes que, al anochecer, comparten espacio con puestos de comida, acróbatas, encantadores de serpientes o narradores de cuentos. Alrededor de la plaza hay instalados algunos cafés con terrazas, que son privilegiados miradores. Los más históricos son el Café de France y el Café Le Glacier.

Barrio de los zocos
En las calles del norte y este de la plaza Djemaa El Fna se emplazan los diferentes zocos de Marrakech, donde es obligado el regateo. La calle Samarine hace de eje, en el que se suceden los distintos gremios: alfareros, herreros, perfumeros, joyeros, babucheros, tintoreros, curtidores, tejedores, especieros... En un lateral se abre la plaza Rahba Kedima, de visita curiosa porque en ella se comercia con remedios ancestrales y pócimas mágicas. Por las tardes, las mujeres bereberes del Atlas y las tuareg del desierto acuden a ella para vender las alfombras que han tejido.

Principales mezquitas
Al sur de Djemaa El Fna se asienta la mezquita Kutubia, la mayor de Marrakech. Su torre de casi 80 m se alza sobre los tejadosdela medina y sirve de referencia; se puede subir para ver las vistas. La entrada al interior está prohibida a los no musulmanes, pero se puede admirar la ornamentación de la fachada y pasear por el Jardín de Alá que la rodea.
La mezquita Ben Youssef, al norte de Djemaa El Fna, se sitúa junto a madraza Ben Youssef, fundada en el siglo XIV y reconstruida en el XVI. Es una joya artística marroquí, con cúpulas de cedro labrado y estucados y mármoles en el patio central. Esta madraza es la escuela coránica más importante del Magreb; abierta a diario, se cobra entrada.

El sur de la medina
En el barrio de la Kasbah se visita el mausoleo de los príncipes saadíes, al que se entra a través de la puerta Bab Agnaou, único vestigio del palacio almohade (siglo XVIII). Las tumbas fueron construidas entre los siglos XVI y XVII. Sorprende el interior, con una rica ornamentación de mármoles y cedro en suelos, techos y paredes. Abre a diario, excepto viernes, y se paga entrada.

Jardín de La Menara
En el barrio del Hivernage, al sur de la medina amurallada, se emplaza este fértil jardín de palmeras, árboles frutales y olivos centenarios, por el que es un placer pasear. Su principal atractivo es el pabellón Imperial, del siglo XIX, que preside un estanque enmarcado por las montañas del Atlas al fondo.

Principales museos
Entre el palacio el Badi y la plaza Djemaa El Fna se localiza el Museo de Artes Marroquíes, dedicado a artesanía. Otro centro cultural muy activo es el Museo de Arte Contemporáneo Marroquí; ocupa el interior del palacio Dar M'nebhi (siglo XIX), cerca de la madraza Ben Youssef. Ambos abren a diario, excepto martes, y se cobra entrada.

0 Comments:

Post a Comment